En plena crisis de soledad y nostalgia, el gran Enrico Lichnowsky sintió la necesidad y deseo de escribir unas líneas de felicitación a María Piedade en el día señalado de su cincuenta aniversario. Habían trabajado juntos en la orquesta sinfónica de Bolonia, él había sido su brillante director, apodado “Príncipe” y ahora relegado; ella continuaba todavía en el grupo como solista del arpa.
Al final de la misiva Lichnowsky dejaba entrever sus sentimientos
“Carísima diva-dona María Da Piedade, este príncipe destronado, añora a la dama sabia, su sonrisa y voz melodiosa y quisiera poder acompañarla”.
El arrebato hizo reflexionar a Piedade. Reconoció que durante años, bastaba una insinuación del “Príncipe”, para acudir a su vera y a su cama, “prestísima”, sin importarle, que era casado y caprichoso y sin recordar que enseguida la abandonaba.
Sonrió cuando leyó que la llamaba dama sabia; ella había debutado como concertista a los quince años; la habían llamado, hada, musa, diosa y señora del arpa; había ninguneado a hombres de bien que la amaron.
El apelativo -dama sabia-, no le correspondía de ninguna manera y menos viniendo de donde venía.
Piedade respondió a Lichnowky con una cita del Libro de Job: “Te acordarás de él como aguas que pasaron”…y prosiguió sin inmutarse con sus ensayos musicales.
Premiado en el certamen de relatos hiper-breves Emaús-Granada 2008
lunes, 1 de febrero de 2010
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