jueves, 27 de octubre de 2011

San Francisco Javier, misionero y curandero



Avancemos la hipótesis de considerar a San Francisco Javier como el primer gran curandero navarro de todos los tiempos. Está demostrado que el santo tuvo una especial sensibilidad por el mundo de los enfermos; desde la humildad estuvo siempre al lado del enfermo doliente. Sus estancias en el hospital de desahuciados de Venecia, en el de leprosos de San Lázaro y en el Hospital de Goa están más que probadas.

Acudía al lado de los enfermos, dormía junto al más necesitado, curaba sus heridas, sobretodo aquellas heridas malolientes con suciedad, porquería y hasta gusanos, aquellas que nadie quería curar.

Pasó tantas horas en hospitales diferentes que es muy lógico pensar que acabaría adquiriendo conocimientos útiles y soluciones empíricas. Nos atrevemos a sugerir, con todo respeto, que alguno de sus éxitos o supuestos milagros, como la curación de las llagas de un mendigo, se debían en gran manera a su experiencia, la de un misionero que había hecho muchas curas y que buscaba lo mejor para los necesitados.

En aquella época ya se tenía la idea que “las heridas que no estén completamente limpias no quieren curarse” un principio que muy probablemente el santo conocía. Como también se supone que estaría al tanto de la famosa cura samaritana, la mezcla de vino y aceite en el tratamiento de las heridas; el vino tenía un pequeño efecto desinfectante que unido a la acción calmante del aceite y al efecto de limpieza era una forma de curar heridas. Además el buen samaritano ofreció al necesitado: agua, alimento, cobijo y reposo, todos ellos elementos fundamentales en la buena evolución de las heridas, ofrecimiento que el santo también lo haría en la medida de sus posibilidades: tisanas para hidratar, miel o fruta, mantas y rezos.

Se le atribuye también, la ayuda al parto de una señora que llevaba tres días sin poder dar a luz. Es posible, que la presencia del santo, sus explicaciones y rezos, tranquilizaran a la parturienta, facilitando la relajación y el parto natural.

Otros muchos sucesos de su vida misionera, no tienen explicación razonable y siguen perteneciendo al mundo milagroso. Después de su muerte, su imagen era paseada por los campos de Navarra, para buscar su intercesión en plagas y epidemias y en numerosas ocasiones, las procesiones terminaban con las penalidades.